'El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes'


sábado, 19 de marzo de 2011

Misma historia. Mismo guión. Mismo final.

Once años después, nada ha cambiado. "La vida sigue igual", como dice la canción. Una vez más, el Vicente Calderón fue testigo de otro tropiezo de 'su' Atlético ante el máximo rival, un Real Madrid que volvió a resolver un partido como sólo los blancos saben hacer. No importa que la afición 'enemiga' se aferre a palabras como "representáis a miles de corazones". Tampoco que el Calderón se llene hasta la bandera, siendo difícil encontrar un asiento vacío desde donde ver la que acaba siendo la misma historia de siempre. Y menos, que un 'Atleti, eres mi vida' construido con el cariño de miles de colchoneros ponga la piel de gallina al recibir a los de Quique Sánchez Flores. Qué más da que el 'Kun' Agüero se decida, demasiado tarde, a meter miedo a los de Mourinho en el minuto 86.

¿De verdad alguien creía que 'la fuerza rojiblanca' iba a ser capaz de frenar al Madrid? Quizás la respuesta es demasiado obvia...o no. Porque yo sí. Llegué a creer en ello firmemente el otro día mientras escribía un artículo para el diario sobre el derby madrileño. Aunque, quién sabe...quizás esa especie de fe ciega en el Atlético fue tan sólo producto del hecho de que a veces (muy importante remarcar el 'a veces') el equipo de El Manzanares consigue despertar en mí algo así como un cierto cariño que muchos quizás no entiendan y que, probablemente, no tenga el respaldo de ningún tipo de argumento. Sea como fuere, yo creía en una victoria del Atlético. Pero 'creía' es pasado, y como todo pasado también hay presente.

Y ahora, puedo asegurar que no creo en el 'otro' equipo de Madrid. No, no y no. Porque no puede ser que ante los de Mourinho los hombres del centro del campo del Atlético caminen sobre el césped como si fueran paseando por cualquier calle. Porque tampoco puede ser que la defensa se permita el lujo imperdonable de darle huecos a un rival tan sumamente peligroso como el Madrid, que en un abrir y cerrar de ojos puede perforar tu portería tantas veces como se le antoje. Porque tampoco puede ser que alguien cuyo nombre es Diego Forlán elija el día del derby para convertirse en prácticamente un fantasma sobre el terreno de juego. Como tampoco se puede llegar a perdonar tanto ante un rival de tal calibre como el conjunto blanco, pero que no es imabtible y al que no es imposible herir si impones buen fútbol.

Pero resulta que al Atlético, de vez en cuando, se le olvida qué es esto de jugar al fútbol y cómo se hace. Bien es cierto que el de hoy probablemente es uno de los derbys de los últimos años en los que más mereció, pero así no se le puede plantar cara al Real Madrid. Así, no.

Un Real Madrid que sigue a lo suyo. Que cuando firma sus peores minutos en un partido, ¡PAM! Gol. Y ya conocemos a los de Mourinho. Les cuesta arrancar, pero cuando arrancan...¡a ver quién es el que consigue echarles el freno! Porque los blancos nos han acostumbrado a eso: a hacernos creer que sufrirán, que tendrán que sudar lágrimas para ganar, a dar la sensación de que podría ser hoy el día del tropiezo...para después demostrar que los 'grandes' son grandes por algo. Y que la fuerza puede con la ilusión. Y que los NOMBRES pueden con los hombres.

Y eso que Cristiano Ronaldo estuvo desaparecido, que si llega a estar inspirado y sin sufrir todavía las consecuencias de su lesión...ahora podríamos estar hablando de un Vicente Calderón mucho más herido. Pero da igual que no esté el portugués. Para eso están Casillas...y Özil. El mejor portero del mundo volvió a estar providencial. Sus manos han sido la pieza clave en muchos partidos. Han dado muchos puntos. Y, sobre todo, han demostrado que Iker es, indudablemente,el mejor entre los suyos, y no sólo por sus valores futbolísticos, también por sus valores humanos. Pero lo dicho, Casillas fue la pesadilla del Atlético en el Vicente Calderón.

Capítulo a parte merece Mesut Özil. Un Özil que nos regala partido a partido lo mejor de sí, y lo mejor del fútbol. Un Özil que hasta el Mundial de Sudáfrica era prácticamente un desconocido y cuyo nombre ahora se escribe en letras de oro. Un Özil que, cuando juega, hace que muchos no podamos dejar de mirarle. Y que, a pesar de que en las grandes citas -como ante el Barça en el Camp Nou- tiende a hacerse pequeño, demuestra cada día que aún tiene mucho que ofrecer al mundo del fútbol, y que de sus botas pueden salir verdaderas obras de arte.

Y con jugadores como Casillas o Özil sobre el césped, el Real Madrid gana mucho. Y eso comporta a que no se le puede dar la mano, porque te arriesgas a que te coja el brazo entero. Así pasó. El Atlético lo intentó hasta el final, pero no pudo. De nada sirvieron los mensajes en el vestuario de los colchoneros. Ni los mosaicos del público de un Vicente Calderón que pretendía ser un infierno para los de Mourinho. Ni el aliento de la afición rojiblanca 'hasta morir'. Todo quedó en nada. Como nunca, como siempre.


Y sí. Misma historia. Mismo guión. Mismo final. Y es que como dice la misma canción de antes, "unos que ríen, otros lloran".

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