'El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes'


sábado, 19 de febrero de 2011

Historia de un amor correspondido

Cuando Thierry Henry abandonó las calles de Les Ulis para dedicarse al fútbol, jamás imaginó que su sueño pudiera llevarlo a lo más alto

Nadie en el suburbio parisino de Les Ulis podría haber sospechado que el niño que acababa de nacer aquel 17 de agosto de 1977 llegaría a convertirse en uno de los cien mejores jugadores de la historia del fútbol. Nadie, salvo, quizás, su padre Antoine, que fue quién inculcó a Henry su amor por el fútbol, y quién más le exigió. Cuando tenía nueve años, Thierry siempre le preguntaba después de los partidos cómo lo había visto, y pocas veces recibió elogios de su padre. “Has marcado, pero has fallado en muchas cosas”, le decía una y otra vez Antoine. Aquellas palabras marcaron su carácter, y todavía hoy provocan que al terminar un partido, Henry se reproche sus propios errores. Aunque haya firmado el mejor encuentro de su vida. Eso no importa. ‘Tití’ tiene por costumbre repetirse a sí mismo aquello de “podrías haberlo hecho mucho mejor”.

Perfeccionista e inconformista desde pequeño, Henry aprendió a no sonreír sobre un terreno de juego, y es que su necesidad por mantener la seriedad y la concentración durante los partidos es indiscutible. Por eso, no sonríe cuando marca un gol, pero él mismo reconoce que en el campo da una imagen muy diferente de quién es en realidad. Él no se siente especial, sólo uno más, con los mismos problemas que cualquier persona sin la etiqueta de crack. Solidario – tiene su propia fundación, ‘The One 4 All Foundation” y divertido, su hija Téa es, junto al fútbol, su gran amor.

Las calles de Les Ulis, un lugar demasiado alejado del paraíso, fueron testigos de sus primeras patadas a un balón. En un ambiente humilde y rodeado de pobreza, ‘Tití’ empezó a mostrar las cualidades que un día le llevarían a los más alto del mundo del fútbol: elegancia, velocidad y eficacia. Fueron muchos quienes vieron desde el principio que aquel niño de Les Ulis era una verdadera promesa del fútbol. El empeño de su padre y su esfuerzo tuvieron su recompensa y en 1994 el Mónaco, y sobre todo, Arsène Wenger, se cruzaron en el camino de Henry. La estancia en el equipo de la Costa Azul supuso el comienzo de su carrera. Su encuentro con Wenger, el prólogo de un vínculo irrompible. Tras el Mónaco, vino la Juventus, una época que el francés hubiera querido borrar de su vida sino fuera porque 1998 fue el punto de inflexión en la carrera futbolística de Thierry Henry. Su sueño de formar parte de la Selección Francesa se había cumplido un año antes, pero aquel año ‘les bleus’ se coronaron campeones del mundo. A partir de entonces, llegaría la época dorada del francés. Tras su mala experiencia en Italia, Henry aterrizó en el Arsenal. Allí se reencontraría con Wenger, al que siempre consideró su padre futbolístico.

Si Marco van Basten fue desde pequeño el espejo en el que mirarse, Highbury siempre fue su hogar. Se convirtió en mito de los ‘gunners’, por encima incluso del gran Ian Wright. Allá forjó la leyenda de su dorsal, el ‘14’ que no abandonaría nunca más. Fueron sus mejores años: lo ganó casi todo, se convirtió en el ‘killer’ al que todos los rivales temían enfrentarse, y aún tuvo tiempo para alzarse con la Bota de Oro en 2004 y 2005. Pero una obsesión cambiaría su destino. Por ella, acabaría abandonando el club al que tanto quería. Por ella, incluso, fue capaz de separarse de Wenger. Sólo la Champions se le resistía y en París, en aquella final de 2006 contra el Barça, la acarició. Pero se le escapó, y su compromiso con el Arsenal hizo que se quedara un año más. Sin embargo, Henry era consciente de que su etapa como ‘gunner’ había llegado a su fin. No fue fácil reconocer que el adiós estaba cerca. Él mismo declaró al fichar por el Barça, que su salida del Arsenal había sido “la decisión más difícil” de su vida. Aquella despedida marcó un antes y un después. Quizás fue la tristeza, quizás fueron los años, pero el delantero francés jamás volvió a ser el Thierry Henry del Arsenal que había enamorado al mundo con su fútbol. Ni en el Barça ni en los NY Redbull. Siendo tan sólo una sombra de lo que fue, acabó por pasar de héroe a villano por aquella famosa mano que clasificó a Francia para el Mundial de Sudáfrica en el partido frente a Irlanda. Fue entonces cuando el mundo pareció olvidarse de aquel que había sido capaz de superar a Michel Platini como máximo goleador de la historia de Francia, aquel que había sido, probablemente, uno de los mejores delanteros de la década.

Capítulos grises a parte, la historia entre Thierry Henry y el fútbol no es más que la historia de un amor correspondido. “Como, duermo y respiro fútbol”, llegó a reconocer. 647 partidos disputados y 303 goles marcados son las cifras que lo demuestran. La relación entre monsieur Henry y el fútbol es la consecución de imágenes de instantes inolvidables y de momentos tristes. La historia de aquel niño de Les Ulis que, tras un camino que no siempre fue fácil, pasó de la nada a ocupar un lugar entre las leyendas del fútbol.


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