'El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes'


jueves, 7 de junio de 2012

El corazón de Preciado se apagó.

Hubiera querido no escribir las palabras que escribiré. Hubiera querido que hoy fuera un día más, como otro cualquiera y que nada lo hubiera empañado. Hubiera querido despertarme con una sonrisa y no haber derramado alguna que otra lágrima pocos segundos después de haber encendido la radio. Hubiera querido que esto no se pareciera tanto a esas pesadillas que parecen no tener fin. 

Hubiera querido hablar de su regreso a un banquillo y no de su adiós. 

Hubiera querido que no se marchara. Hubiera querido que siguiera aquí.


Pero el corazón de Manolo Preciado -tan enorme como era- decidió llevarme la contraria y arrebatárnoslo para siempre. Dijo 'basta' y se apagó sin avisar. El suyo se apagó y el de los que formamos parte del mundo del fútbol, activa o pasivamente, se encogió, incapaz de aceptar algo tan inesperado como terrible. La vida, que tantos golpes le había dado, que tanto dolor sembró en él, que tantas personas arrancó de su lado, volvió a cebarse con Manolo. La crueldad del destino se cruzó de nuevo con alguien a quien no importaba no conocer. Su cercanía era tal que bien podría haber pasado por un amigo más de esos que coleccionamos a lo largo de los años y por el que nunca se agota ese cariño que en algún instante u otro surge. 

Y ya no volverá. El mismo Preciado que nos enseñó a caminar hacia adelante sin mirar atrás, a sobreponerse a las tragedias de la vida, a seguir luchando incluso en los momentos más tristes y más duros. El mismo Preciado que hizo del fútbol su mejor terapia y que tan grande lo hizo. 

Y puede que sí. Mañana volverá a salir el sol. Pero él ya no estará. 

Y es que a pesar de que han pasado casi 24 horas desde su adiós, aún me cuesta digerir que el corazón de Preciado se ha apagado para siempre.

Allá donde estés, Manolo, DEP.


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