'El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes'


martes, 4 de octubre de 2011

La vergüenza de lo inhumano.

El fútbol, como todo en esta vida, es capaz de reflejar lo mejor y lo peor; lo bueno y lo malo. Pero lo sucedido el pasado domingo en el Vicente Calderón supera cualquier límite que pueda haber entre ambos polos opuestos. Lo que ocurrió durante el transcurso del Atlético de Madrid-Sevilla puede resumirse en apenas dos palabras: inhumano e imperdonable.

A lo largo de la historia hemos visto la peor cara del fútbol plasmada, no pocas, sino muchas veces. Desde los "Messi muérete", a los "Ese portugués, hijo puta es", pasando por las cabezas de cerdo sobre el terreno de juego y los insultos racistas que han sufrido, entre otros, jugadores como Marcelo o Eto'o, sin olvidar tampoco el tan poco acertado 'Mr.Hígado' con el que un periodista -quiero pensar que lo hizo inconscientemente y sin maldad- nombró a alguien como Eric Abidal que hace nada consiguió ganar una batalla contra el cáncer que, por desgracia, muchos no son capaces de lograr. Y no, no somos ajenos a que, tristemente y cada vez más, el respeto en los campos de fútbol brilla precisamente por su ausencia. O hemos perdido la cabeza o esto se pudre por momentos. ¿Hemos olvidado ser personas o qué? Porque parece que ahora la regla dominante sea 'jode, y cuanto más, mejor'. De acuerdo, que el rival es precisamente eso, un enemigo, pero hay maneras de hacer las cosas que no tienen por qué tener como finalidad última la de hacer daño o herir al contrario. Y mucho menos, cuando un determinado gesto o unas desafortunadas palabras juegan con algo tan frágil como la vida de una persona. O, peor aún, con alguien que ya no está.

Pero una parte de la afición del Calderón se saltó la barrera de lo humano. No sé si fueron cien, doscientas o quinientas personas. Quizás más de mil. No importa el número. Sólo sé que los gritos de 'ea, ea, ea, Puerta se marea' -en referencia a la muerte del jugador del Sevilla Antonio Puerta, que falleció en agosto de 2007 tras sufrir una parada cardiorespiratoria sobre el césped del Sánchez Pizjuán en un partido frente al Getafe- dan ganas de vomitar. No sólo rechazo, sino asco. Porque no se entiende que unos descerebrados, si es que se les puede llegar a definir, sean capaces de reírse de la muerte de una persona. Por muy del rival que sea. ¿A dónde hemos llegado a parar? Si fuera en nuestra contra, ¿nos gustaría? ¿Cómo debió sentirse la familia de Puerta? ¿Y sus compañeros? ¿Y los sevillistas?

La vergüenza de los aficionados rojiblancos hace daño, y mucho, al fútbol. De nada sirven las disculpas de Enrique Cerezo, presidente del equipo de El Manzanares. Que no, señor Cerezo, que no. Que su obligación el domingo era la de echar a esos impresentables del estadio, y no quedarse sentado en su asiento con las manos cruzadas, permitiendo que un gran partido como el que enfrentaba a Atlético y Sevilla tuviera que tener de banda sonora una canción tan indecente y tan triste como ésa. Que sí, que son unos pocos, pero es que ni pocos ni muchos.

¡Ya basta!

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