El final se acerca, silencioso y poco a poco, como la mayoría de los puntos finales que marcan la 'muerte' de cada historia. Los días pasan y el tiempo se agota. Irremediablemente. Sin frenos. La victoria es algo demasiado dulce como para dejarla escapar ahora. De nada habrá servido todo lo demás -el pasado, el esfuerzo desempeñado- si no se llega a alcanzar. Aferrarse y creer en ella es la única vía posible para soñar con volver a ser protagonista de otra página -y no son pocas las que se llevan escritas- del mundo del fútbol.
Real Madrid y Barça no escapan a esa realidad. Son conscientes de que, en estos momentos, cualquier error puede condenar a pagar un precio demasiado alto que ninguno de los dos está dispuesto a asumir. Saben que ambos luchan por un cielo en el que sólo hay lugar para uno, y que este mes de abril va a marcar el destino de cada uno de ellos en esta temporada.
Abril. "No hay primavera sin invierno", dicen. Y esta primavera sabe a fútbol. A fútbol del bueno. Diciendo 'adiós' a un marzo que casi resulta insignificante y pequeño al lado de este abril, todo está preparado para que empiece la función. Mestalla y el Bernabéu serán los escenarios sobre los que Barça y Madrid nos regalarán el que, posiblemente, sea uno de los mayores espectáculos que hoy en día pueden contemplarse alrededor del mundo sobre el césped de un campo de fútbol.
Es difícil poner con palabras todo lo que me provocan los Barça-Madrid y viceversa. Es tal el cúmulo de sensaciones que puedo llegar a sentir, que acaban encontrándose unas con otras. Es esa piel de gallina que decide visitarme a medida que se acerca el momento de que comience el partido. Los nervios contenidos, y los sentimientos contrariados. La incertidumbre del qué pasará. La ilusión de una victoria. El miedo a la derrota. La indiferencia de un empate con sabor agridulce.
Empiezo a pensar que vivo demasiado intensamente todo esto. O eso...o que realmente siento un terrible apego por el fútbol. Terrible no porque sea malo, si no porque, como todo los amores, al principio siempre dan un poco de miedo. Pero es que, realmente, lo que tenemos ante nosotros en los próximos treinta días asusta. Es más, supone una inyección de adrenalina difícilmente evitable -siempre que te guste ver a veintidós hombres corriendo detrás de un balón, claro está. Y los de Mourinho y los de Guardiola son unos perfectos entendidos de cómo regalar momentos inolvidables en la historia del fútbol.
Muchos interrogantes que buscan encontrar una respuesta los días 16 y 20 de abril. El partido en el Bernabéu y la final de la Copa del Rey esperan impacientes a dos de los mejores equipos del mundo, a sabiendas de que pase lo que pase, y sea cual sea el resultado, uno encarará la recta final con la victoria moral que supone ganar al máximo rival, dejando al otro con la miel en los labios. Todo puede suceder, y son muchos los factores que pueden determinar si la balanza cae hacia un lugar o hacia el otro. Obviamente, aún faltan muchos días para definir las claves de los dos partidos, pero si hay algo indiscutible, es que este abril que empieza a dar sus primeros pasos dentro de veinticuatro horas representa el anhelo de muchos que esperábamos algo así después de tanto tiempo. De la misma manera que una caricia puede borrar cualquier rastro del pasado. El regalo que puede no dejar indiferente a nadie. Y es que, casi sin darme cuenta, me estoy imaginando cada uno de los días que vienen por delante. Las carreras por las calles para encontrar una televisión o un bar en el que todavía quede un hueco. Las prisas, la inquietud y el nerviosismo de la redacción. Los mensajes pre y post-partido entre amigos y 'rivales' (aunque sea sólo por un día). Las copas que celebran alegrías, y las copas que consuelan a los que deberán cargar con el peso de la derrota y de la desilusión.
"Como, duermo y respiro fútbol" reconocía Thierry Henry hace unos años. Y ahora, con el calendario del mes de abril entre mis manos, empiezo a hacer mías esas palabras. Y es que no consigo quitarme de la cabeza esta primavera que no pone límites a los sueños de cualquier persona a la que le guste el fútbol.
Lo reconozco. Tengo unas ganas infinitas de abril. De fútbol. De Barça. De Madrid. De nervios previos al partido. De las horas perdidas de un lado para otro, sin pensar en nada más que en los noventa minutos. De gritos de alegría...y de rabia. De sobresaltos inesperados. De instantes repletos de emoción e incertidumbre. De corazones encogidos. De sonrisas cómplices. O de lágrimas amargas.
De lo que sea.
Abril. Camina sin detenerte...
...o hazme esperar un poco más.
No importa. Sé que no me defraudarás.
IM-PRE-SI-O-NAN-TE lo bien que escribes!
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